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Foto del escritorIE GONZALO JIMENEZ DE QUESADA

Un día para recordar

Actualizado: 26 sept 2019

Este era uno de esos días donde Consuelo se sentía más feliz. Álvaro tenia uno de esos momentos de lucidez que hacía tiempo no vivía y conversaba alegremente con ella en la cocina tomándose el primer café de la mañana.


-Amor, me regala otro tintico.


Decía Álvaro mientras le acariciaba el cuello a su esposa quien lavaba el colador en el lavaplatos de la cocina.


-Vaya saque del termo que está lleno y si se le acaba y quiere más me avisa para prepararle.


Álvaro se servía e iba y se sentaba en una banquita en un rincón de la cocina mientras conversaba con Consuelo de eventos que habían pasado en sus ya 53 años de matrimonio, de los hijos, nietos, de las cuentas por pagar de la casa, de las citas al médico y de ese próximo viaje que harían a la finca.


Consuelo le preparo su desayuno, dos huevos fritos con arepa y más tinto, con poca sal para controlarle la presión y se sentó a seguir conversando con él.


El Alzhéimer había aparecido cinco años atrás. Álvaro empezó a olvidar palabras y cosas que tenía que hacer. ¿Ve, a que era yo que venía? o ¿Cómo es que se llama esa cosa para limpiar el aparato ese que hay en la pieza? Con estos primeros síntomas Consuelo decidió pedir cita al médico pues no le parecía normal la forma como estaba actuando se esposo.


A sus 75 años Álvaro era una persona muy activa, se despertaba temprano a preparar café, salía a caminar a un parque cercano a su casa con su perro pastor alemán Sapuca, leía en la Tablet que le habían regalado sus nietos en su cumpleaños 65 las noticias del día, veía las noticias del mediodía y le ayudaba a su esposa en todo lo que ella le pedía.


Pensionado después de haber trabajado toda su vida como cantante y animador en las mejores discotecas de Juanchito había conocido a su esposa Consuelo en la discoteca don José, allí había llegado ella con el grupo de grado once de su colegio a celebrar la graduación. Álvaro canto allí ese día y desde que la vio se sintió flechado por la niña de minifalda y pelo liso a la altura del cuello que estaba sentada en la mesa al frente de la tarima donde el cantaba las mejores canciones de la época. Bailo con ella y le dedico varias canciones que hicieron que esta relación perdurara en el tiempo, en contra de las premoniciones del padre de Consuelo que decía que esa relación no duraría mucho ya que los cantantes son bohemios y mujeriegos, que lo único que hacen es enamorar a las niñas bobas y cuando tienen lo que quieren las abandonan por otras.


Consuelo se apresuró a llamar a la enfermera que iba a trabajar en el día en la casa cuidando a Álvaro para decirle que hoy no la necesitaban que había amanecido bien y que se podía tomar el día. Sus hijos habían tomado la decisión de contratar una para que le ayudara a su mamá con el cuidado de su padre ya que era mucho trabajo para ella.


Un rato después, Álvaro fue a sentarse en el balcón de su casa donde podía divisar la ciudad. Este día no era como los otros, hoy podía recordar. Más que una maldición en su vida, el Alzheimer se había convertido en esa ventana de escape donde podía olvidar todos esos momentos de su vida que lo habían marcado y sabía que no volverían. Lo único que se reflejaba en sus ojos y rostro de alegría era el ver a su esposa y familia y poder reconocerlos.


Tomó un sorbo de café y miro el edificio de la torre de Cali, el más alto de la ciudad y rápidamente recordó en los años 70 cuando empezaba a dar sus primeros pasos como cantante y la primera oportunidad se la dieron en una discoteca que quedaba una cuadra abajo de este edificio donde ahora se encuentra la estación principal de bomberos.


Allí fue donde conoció a Lucia, su primer amor. Ella era la que vendía los cigarrillos dentro de la discoteca, era 6 años mayor que él, era casada y tenía una hija grandecita. Pero más que amor, era ese deseo sexual del joven de 18 años, le excitaban sus senos grandes en esas blusas apretadas que utilizaba en su trabajo. No perdía oportunidad de masturbarse en el baño imaginándoselos. Fue la primera mujer con la que estuvo, esperaba aprender muchas cosas de la intimidad con esta mujer, que, en teoría, sabía mucho. Pero no fue así. Cuando por fin pudieron estar juntos en un hotel de mala muerte en el centro de Cali, Lo único que hizo Lucia fue desnudarse y acostarse en la cama como una muerta. No se movía, no gemía, no lo acariciaba. Pero la arrechera de Álvaro no lo dejaba pensar en eso, pensó que así eran las relaciones sexuales.


Pero la realidad llego muy pronto para Álvaro. Meses después llego a trabajar a Juanchito. El paraíso de la rumba en Colombia, donde no se paraba de bailar y beber. Allí conoció a Ariana, una mujer 18 años mayor que él, que le enseño acerca de todas las mieles del amor, lo conocido y lo desconocido.


Una leve sonrisa se reflejaba en su rostro.


Mijo, llego Alfredo. Baje.


Aparte de la enfermera, Consuelo había llamado a Alfredo, un primo de Álvaro muy cercano a el que iba a visitarlo con regularidad y más si estaba lucido como hoy.


- ¿Ve y Nancy como esta? ¿y Yadira? ¿y Marcela?


Las preguntas de rigor que le hacia Álvaro a su primo hasta que llegaba el momento de contar una anécdota de aquellas sabía contar con el tono de nostalgia propio de algo que ya paso y no volverá a suceder.


-Alfredito recuerdo ese año a comienzos de los ochenta cuando llegaban a Juanchito los mejores cantantes de la época. Era un paraíso para ellos, los dioses de aquel corregimiento que hacían y deshacían. Recuerdo, como si fuera ayer, a Víctor Pinilla, estuvo encerrado en esas calles quince días. Y lo puedo decir yo que fui su corista entonces mantenía con el día y noche. Vea primo le cuento el horario, empezábamos cantando aquí cerquita al puente a la una de la mañana, cantábamos dos horas y salíamos para el camerino. Allá comida la que quisiera, droga la que quisiera y mujeres las que quisiera Alfredito. Descansaba dos horitas y pa´la otra discoteca y así hasta que llegábamos a la última cerca a lo que hoy es Cavasa. Descansábamos un día y a volver a empezar. Se metían todo el polvo blanco que podían y si de pronto llegaba el mafioso de la época nos íbamos pa´la finca a celebrarle el cumpleaños o que habían coronado un cargamento, se inventaban cualquier cosa. Y claro, eso era platica para nosotros.


Se quedó mirando un cuadro fijamente como si aquello lograra hacerlo regresar a vivir el momento. Y continuo:


-Gracias a Dios por esa época ya estaba con Consuelo. Entonces toda esa platica extra era para ella, y vea Alfredito compramos la casita y le dimos estudio a los chinos.


- ¿Y usted nunca metió de eso? Pregunto Alfredo


-Claro Alfredito, una vez. Pero me dio un daño de estómago que no pude trabajar en una semana.


En la tarde, después que Alfredo se fue, Consuelo y Álvaro se sentaron a conversar en el balcón de su casa.


-Mijo, me acuerdo cuando íbamos al parque de la caña con los niños. Apenas estaban poniendo esos toboganes, que miedo que me daban por Dios.


-Sí, pero lo que más me gustaba a mí, era cuando nos perdíamos un ratico para la viejoteca y bailábamos. Te acordás esa pistota y el aguardiente a precio de estanco.


Que decir o pensar de los recuerdos. Esa mezcla de alegría por haberlos vivido y la tristeza de que son solo eso, algo en nuestra mente que mañana ya no existirán.


Cuando se enteraron de la enfermedad de Álvaro, decidieron que nunca hablarían de ello, que la esperarían y lucharían contra ella. Que esos momentos de lucidez los aprovecharían para disfrutarlos.


En la noche llegaron los hijos con sus familias. Álvaro recordó las vacaciones que habían ido a ladrilleros


-Y Sebastián que se mete al mar, y se fue yendo y yendo hasta que no lo podíamos ver. Y quien se metía a rescatarlo. Menos mal llego ese lanchero y lo saco sino se habría jodido mijito. Pero trago harta agua. Eso le sirvió de purgante me imagino.


A las diez era hora de dormir. Se paró de su silla se despidió de todos como si al siguiente día todo fuera a ser igual.


-Recuerden que tenemos una ida a la finca. No me dejen olvidar.


Al acostarse hizo lo que su madre le enseñó cuando estaba pequeño, persignarse y dar gracias.


Rápidamente, Álvaro se fue quedando profundamente dormido.





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1 Comment


laimapacheco
Oct 09, 2019

Profesor Joaquín felicitaciones por sus aptitudes de escritor y que bueno que comparta su producción con la comunidad Jimenista.

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